(Reportaje) La impertinencia de nuestro cine
En plena crisis, los realizadores venezolanos presentaron 19 largometrajes.
La impertinencia de nuestro cine
Un festival, el de cine venezolano. Una ciudad, la siempre amigable Mérida. Un país, Venezuela, la de la crisis histórica
Rafael Mendoza
En el cierre de la prmera rueda de prensa, con la que se inauguraba la fiesta cinematográfica más importante de Venezuela en su décimo cuarta edición.Maurizicio Liberatoscioli, jurado
del certamen, lanzó una frase que impactó a los asistentes de la conferencia: “El
cine debe ser siempre impertinente”. Y con esa oración quedó oficialmente
aperturado el Festival de Cine Venezolano.
La pregunta que generó aquella
máxima, con aires de eslogan, fue que si en tiempos de crisis como los que
atravesaba el país era más pertinente hacer cine. La pregunta a su vez se
formuló por la continua aparición de la frase “a pesar de la crisis”, casi como
una muletilla, en los conferencistas presentes en aquella rueda de prensa que
se dio lugar el lunes 4 de julio en el Hotel El Serrano.
19 fueron los largometrajes que
estuvieron en competencia en el festival, debieron ser 20, pero hubo unas solteras que realmente estaban indisponibles. Una cifra que asombraba a
todos los participantes del certamen, superando por 2 la ya bien impresionante suma
de películas participantes de la edición pasada.
Parece entonces que mientras más
crisis, pues hay más cine Venezolano, algo así como un síntoma, un efecto
secundario de las problemáticas políticas, económicas y sociales que perturban
el día a día de los venezolanos.
Inti Torres, coguionista de la
comedia “Caribian Drim”, decía que las vicisitudes que afectaban al país habían
servido como un despertar para los realizadores de cine venezolano. ”Antes las
cosas eran muy fáciles, en tiempos de vacas gordas, el apoyo de los organismo
hacía las cosas más sencillas”, aclaraba Torres, quién contrataba aquella época
con la actual, exponiendo que las dificultades de una u otra manera
incentivaban a directores y guionistas a rebuscar las maneras para que sus
trabajos pudiesen proyectarse en las salas de cine.
El cine de la diáspora
De las producciones
cinematográficas que participaron en el festial, habían varias cuyos directores
por encontrarse en el exterior tuvieron como representantes a actores, tal fue
el caso del filme “El Silbón: Orígnes”, pueste que fue Salvador Villegas, quien
interpreta al sacerdote Pedro, el que fungió como representante de esa emocionante
película de suspenso que llevó a la pantalla grande esa leyenda tradicional
venezolana.
En el caso de los cortometrajes, la jurado
Alejandra Fonseca aclaró que hubo trabajos que fueron enviados desde distintas
partes del mundo como Bélgica, Francia, Argentina y Estados Unidos, y que esta
nueva dinámica representaba un reflejo del fenómeno migratorio por el que
atraviesa el país.
Liberatoscioli se atrevió a indicar
incluso que “Estamos presenciando una transformación del cine venezolano, la producción
independiente se ha hecho más sólida y estamos asistiendo al nacimiento del
cine de la diáspora. Esto dicho para explicar el proceso en el que realizadores
venezolanos emprenden sus proyectos desde el exterior, y de cómo esta inusitada
situación afecta el enfoque de aquellos que tratan de retratar el país desde el
exterior, o que simplemente abordan otros temas y variados géneros, viéndose influenciado
por corrientes y tendencias de otros países.
El Festival
Como señalaron varios invitados
especiales, el festival se llevó gracias a la “titánica” labor realizada por
Karina Gómez, directora del certamen, y su equipo de organización y protocolo
que constaba de 150 personas, tal como lo precisó Gómez durante el acto de
cierre.
La celebración que reúne a lo
mejor del cine venezolano empezó tal cual como finalizó: desorganizado. Cuesta
creer que tantas personas involucradas en esa labor tan importante, como lo es
planear un evento de tan magna categoría, hayan podido fallar de la manera en
que lo hicieron.
Encuestas al cierre del festival,
realizadas por la prensa que cubría el evento, señalan que fue precisamente la
organización el “talón de Aquiles” del evento. Por otra parte, uno de los
sondeos efectuados por los periodistas produjo una cifra que debe ser
considerada por Gómez y su equipo de trabajo y fue: 90. El 90% del público
entrevistado volvería nuevamente el próximo año para disfrutar de la celebración
magna del cine criollo. Una cifra que sin lugar a dudas deberá representar un
reto y un incentivo para los organizadores en vistas a la edición del año
próximo, donde eso si, los asistentes esperan que muchas de las fallas, sobre
todo las relacionadas con las proyecciones de las películas, sean solventadas.
El público puede llegar a
entender que existen problemas que se presenten debido a las dificultades
económicas, pero la décimo cuarta edición del Festival de Cine Venezolano
presentó fallas y errores organizacionales que
no pasaron por allí, incluyendo los de la ceremonia de cierre, la
clausura de un evento de este prestigio definitivamente debe estar a la altura,
y, el trato para con los laureados debe ser excelso, cosa que no lo fue en esta
ocasión.
La Real Academia Española define
la palabra impertinente como “Que no viene al caso, que molesta de palabra y
obra”, en este sentido el arte jamás será impertinente, y en tiempos difíciles
como los que vive Venezuela, el cine y todas las expresiones artísticas
tendrían que ser bandera siempre enarbolada, y luz siempre encendida, que sirva
tanto como para el reflejo de las realidades, como para distraernos por unos
minutos, presentándonos al público otros mundos y otras historias que nos
ayuden a paliar los dolores y mitigar los conflictos en los que estemos
inmersos día a día.
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